A principios del siglo XX, nuestra ciudad gozaba de un gran desarrollo económico, producto de la agricultura y ganadería que florecían en esos tiempos por la crisis europea.

Los buenos tiempos económicos trajeron aparejado una gran influencia y admiración por la arquitectura barroca. La aristocracia argentina, embelesada por aquella cultura y moda, comienza a construir edificios típicos de la ciudad de las luces aquí, en Buenos Aires.

Los edificios franceses inundaban nuestra ciudad de puro glamour; reproduciendo lo que luego llamarían: Una pequeña Paris.